De cómo un hongo salvó el mundo
José Ignacio de Arana
Language:
Pages: 289
ISBN: B012ACMR92
Format: PDF / Kindle (mobi) / ePub
¿Sabía usted que el tabaco fue recomendado con entusiasmo durante muchos siglos por las autoridades sanitarias por considerarse una planta medicinal y prácticamente milagrosa para curar todo tipo de males? ¿Que el nombre hígado proviene de la pasión del romano Apicio por el rico sabor del hígado de los gansos alimentados con higos e hidromiel? ¿Que las endorfinas, las responsables de las sensaciones más placenteras para el ser humano, reciben este nombre por su similitud con la morfina y que su producción se puede estimular mediante el café, el chocolate o el sexo? ¿Sabía usted que el hongo que salvó el mundo fue descubierto de manera casual por Alexander Fleming y que posteriormente sería bautizado como penicilina?
El prestigioso doctor José Ignacio de Arana, autor de grandes éxitos como Diga treinta y tres o Grandes polvos de la historia, nos sorprende con un recorrido divertidísimo y poco convencional por la historia de la medicina para aprender todo lo que creías saber sobre esta ciencia pero que no conocías.
The Definition of Death: Contemporary Controversies
The Physical Basis of the Direction of Time (5th Edition) (The Frontiers Collection)
Classical and Quantum Computation (Graduate Studies in Mathematics)
An Introduction to Solar Radiation
Infinite in All Directions (Gifford Lectures)
Nunca dejó de evocar a don Felipe y seguramente en los cortos períodos de lucidez y en muchos de los de alucinación se sentía de nuevo arropada por sus brazos y escuchando sus hipócritas frases de arrepentimiento mientras la hacía subir hasta los cuernos de la luna con sus caricias más íntimas. Al final de sus días tuvo alguno de sus raros momentos de claridad de juicio cuando recibió el consuelo espiritual de un sacerdote jesuita que, tiempo atrás, había sido destacado militar en la corte de don
por hombres y mujeres a sueldo del hospital y, muchas veces, por gentes sin escrúpulos que se aprovechaban de los enfermos para robarles o sacarles cuanto beneficio pudieran. En los países católicos la situación no llegó casi nunca a extremos tan dramáticos porque poco a poco las monjas y algunos religiosos —con los Hermanos de San Juan de Dios a la cabeza— se introdujeron en los hospitales y supieron mantener un notable nivel de dignidad en esos centros a donde solo acudían los desheredados de
junto a una pequeña ciudad llamada Solferino. La batalla se prolongó durante varios días y las pérdidas por ambos bandos fueron espantosas, aunque al final vencieron los napoleónicos. Al igual que había sucedido pocos años antes en la guerra de Crimea, el campo estaba sembrado literalmente de soldados muertos, agonizantes o malheridos a quienes nadie prestaba la menor ayuda. Un hedor insoportable se extendía hasta varios kilómetros de distancia cuando los combatientes que sobrevivían se
cierra la herida. Inmediatamente se forma a su alrededor una fina red de fibrina, una de las proteínas circulantes en el plasma sanguíneo, que crea un tapón, con lo que cesa la pérdida de sangre y puede comenzar la renovación del tejido. Si el vaso es mayor, el alto flujo y velocidad de la circulación por él no permite que se produzcan estos procesos iniciales y la herida requerirá para restañar la hemorragia de la aplicación de un vendaje compresivo e incluso de una actuación quirúrgica con
fundamentales de ese conocimiento en la historia de la medicina. Ahora trataremos de la versión moderna de estas sustancias que ya se anunciaban allí. Son las denominadas hormonas o secreciones internas, que constituyen toda una rama, importantísima, de la medicina: la endocrinología. Cualquier función vital está regulada directa o indirectamente por la acción de una o más hormonas: el desarrollo físico, la sexualidad y la reproducción, el metabolismo de los principales elementos del organismo